viernes, 19 de junio de 2009

Encuesta CEP 2009

El ESTABLISHMENT, SUS ENCUESTAS Y LOS CIUDADANOS
Por Jorge Gómez Arismendi
En esta ocasión, la encuesta CEP ha sido más bien una forma de legitimar y fortalecer -mediante el encauzamiento de las expectativas ciudadanas- un sistema político anquilosado, poco competitivo, y cada vez más cuestionado por la gente en general. Por lo mismo, la alta competitividad de las elecciones presidenciales entre Piñera y Frei, que pretende mostrar el estudio, es más bien ilusoria.
Más allá de los típicos análisis, hay que ver que la encuesta del Centro de Estudios Públicos, quizás la más esperada de las encuestas políticas (y eso que la opinión pública no existe) pretende mostrar una opinión pública cuyo principal interés político estaría centrado en cuán simpático es un candidato. Pero ¿Cuán cierto es esto y qué se esconde detrás de ese mensaje?
La última encuesta del CEP publica ayer, enfocó parte importante de sus consultas a determinar cómo perciben los ciudadanos a los candidatos presidenciales, preguntándoles si los veían preparados para ser presidente, simpáticos, inseguros o manipuladores.
En este sentido, la consulta no tomó en cuenta ni puso en el tapete cuestiones programáticas ni de trasfondo político en cuanto a la próxima elección presidencial.
Es decir, eliminó de la “opinión pública” lo más importante que debería tomarse en cuenta a la hora de elegir a un futuro gobernante; sus propuestas y programas.
Algunos dirán que eso ocurre por un tema netamente metodológico. Quizás. Pero no. Y es que hay algo detrás de toda encuesta: y es que estás no reflejan tanto la realidad, sino que más bien pretenden construirla.
Por lo mismo, y en esa pretensión de construir la realidad, la encuesta CEP ha pretendido mostrar que el único cambio concreto y posible –en el actual sistema político- será relativo a tener un presidente más simpático, menos inseguro o menos manipulador. Nada más allá de eso.
Es decir, con la encuesta se pretende enmarcar las esperanzas y márgenes de opción del electorado, no en torno a asuntos programáticos y políticos, sino a cuestiones subjetivas como la simpatía o seguridad del candidato. O sea, a expectativas dentro de lo que el establishment del poder permite.
A través de la encuesta se les dice indirectamente a los ciudadanos –a sus subconscientes- no pidan más allá, pues éste es el sentir general de la opinión pública. Lo anterior, aún cuando la encuesta CEP –que es parte del establishment- construye esa ficción, esa opinión pública, a partir de un universo de sólo 1.505 personas, cuando en la realidad existe un total de 8 millones 100 mil inscritos para votar.
Si uno lo analiza bien, la encuesta –aunque no es explícita en decirlo y tampoco pretende hacerlo- también muestra claramente que “el cambio”, la “renovación de la política” y la inclusión de jóvenes en las campañas de la Concertación y la Alianza, son sólo una ficción, una estrategia de marketing, y no una pretensión política y programática. Es decir, que los cambios profundos y de fondo no están considerados por los candidatos de dichas coaliciones, y que tampoco deben estarlo en las expectativas de los ciudadanos.
Una vez más, el establishment se refuerza y se reproduce a si mismo mediante sus instrumentos, guiando las expectativas y opiniones de los ciudadanos.
Es claro que en esta ocasión, la encuesta del CEP ha sido más bien una forma de legitimar y fortalecer mediante el encauzamiento de las opiniones y expectativas ciudadanas -sobre todo a través de los medios de comunicación masivos- un sistema electoral y político anquilosado, poco competitivo, y cada vez más cuestionado por la ciudadanía en general.
Es por esto que la alta competitividad de las elecciones presidenciales entre Piñera y Frei, que pretende mostrar la CEP, es más bien ilusoria.
Lo cierto es que los bandos políticos ya están armados hace rato en torno a la Alianza y la Concertación, pero el votante medio -aquel independiente que deben pelearse los partidos políticos- en la realidad no quiere optar por ninguno de esos candidatos, pues en el fondo perciben a Piñera y Frei como iguales, como parte del mismo establishment y orden político basado en la Alianza y la Concertación, que no aprueban.
De lo anterior surge gran parte del creciente apoyo a la candidatura de Marco Enríquez-Ominami (que no sólo cuenta con simpatizantes entre inscritos sino también entre no inscritos).
Si se analiza con detalle, se puede ver que existe un número importante de personas que no vota o no le interesa hacerlo en éstas próximas elecciones. Ya en las pasadas elecciones, de 8 millones de inscritos, más de un millón (un 16%) prefirió no votar, mientras que hay 3 millones de no inscritos en edad de hacerlo. En otras palabras no sólo no les gustan las opciones que se les ofrecen, sino que ponen en tela de juicio la legitimidad de éstas para gobernar y de todo el orden político.
Por lo mismo, como instrumento del establishment y en la función de revertir ese fenómeno, la encuesta CEP no aportó nada nuevo y más bien reforzó lo que otras encuestas, medios de comunicación y partidos políticos han hecho y han estado haciendo en los últimos meses: tratar de reducir o atraer las opciones, expectativas y opiniones de los ciudadanos a las que ofrecen las coaliciones hegemónicas (La Concertación y la Alianza). Da lo mismo cuál. Es el mismo establishment.
LAS CLAVES DE LA CONTIENDA PRESIDENCIAL
Por Jorge Montecino.
La encuesta CEP, visibilizó el pulso electoral de cara a las elecciones presidenciales de diciembre. El análisis demuestra que los candidatos Eduardo Frei y Sebastian Piñera, logran un empate técnico en segunda vuelta. Por otra parte, los candidatos pequeños, escasamente reúnen un 1 % lo que implica que tienen pocas posibilidades de llegar a La Moneda. Respecto de Marco Enriquez- Ominami, - el candidato más mediatizado de los últimos tiempos- aparece marcando el 13 % de las preferencias, cifra que lo instala como la tercera fuerza electoral del país, desplazando, a candidatos como Jorge Arrate, Adolfo Zaldívar y Alejandro Navarro.
Respecto del gobierno, a la Presidenta Michelle Bachelet, la encuesta le otorgar un 66 % de apoyo, lo que implica un liderazgo pleno y robusto, que le permitirá consolidar sus logros y terminar su mandato con una alta legitimidad. Sin embargo, su capital político, no es traspasable de manera integra al candidato de La Concertación, el Senador, Eduardo Frei.
¿Qué implican estas preferencias políticas?
La medición deja al descubierto la dura lucha por el sillón presidencial en la segunda vuelta. El ganador obtendrá el poder por un margen muy ajustado de votos. Las alianzas electorales podrían resultar claves para inclinar la balanza y romper el equilibrio electoral. El pacto PC- Concertación, podría inclinar el poder y resultar clave. Esto ocurre principalmente por que los votantes siguen siendo los mismos que han sufragado en las últimas elecciones presidenciales. Vale decir, el padrón electoral no crece de manera significativa.
Respecto de los candidatos más pequeños su futuro es incierto. El representante presidencial del Junto Podemos Más, puede alcanzar alrededor de un 5 %, en la primera vuelta, superando largamente su 1 % que le asigna la encuesta CEP.
Respecto de Adolfo Zaldívar, aparece con una votación marginal, quedando en suspenso su proyecto político futuro. Lo mismo ocurre con el senador Navarro, cuestión que podría significar el fin de su aventura presidencial.
El caso de Marco Enriquez- Ominami, resulta significativo. Es en definitiva una candidatura que crece en las encuestas. Es un candidato catalizador del descontento hacia La Concertación y su candidatura promueve un recambio generacional en la elite gobernante. Su 13 %, es en gran parte, un voto que le pertenece a La Concertación - un 44 % de sus votantes expresan que votaran por Frei, en la segunda vuelta- Sin embargo, los desafíos que debe enfrentar son múltiples.
Primero; debe lograr la inscripción de miles de sus adherentes, ello implica un tremendo esfuerzo administrativo- electoral; Segundo, la conformación de su fuerza electoral, por que sin diputados y senadores, no hay gobierno posible. Tercero, superar todas las trabas burocráticas del sistema electoral chileno. Estos escollos pudieran dejarlo fuera de la carrera presidencial.
De ocurrir esto último, MEO, quedaría en el camino y la contienda presidencial, se reduce sólo a las dos candidaturas fuertes, en cuyo efecto, y considerando la escasa inscripción de nuevos electores, quien logre mayor efectividad en el llamado a votar, entre sus propios adherentes, logrará obtener el poder. Por lo tanto, la renovación de la política, queda postergada una vez más y el poder se reproduce, tal como ha sucedido en los últimos 20 años.

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